lunes, 27 de abril de 2020

¿Cuál es el camino y la meta?


Don Julián Barrio
Arzobispo de Santiago de Compostela

Con este confinamiento por causas inherentes a la pandemia del coronavirus estoy seguro que estamos echando en falta algunas formas de vida que hasta ahora teníamos sin caer en la cuenta de que en estas circunstancias no son viables: pero la preocupación no ha de ser tanto lo que no podemos hacer, cuanto lo que podemos hacer. Vemos nuestras calles en soledad porque las personas se resguardan del encuentro con los demás. Las epidemias no están hechas a la medida del hombre, por lo tanto el hombre piensa que las epidemias son irreales, un mal sueño que tiene que pasar. Nos cogen siempre desprevenidos. Y en medio de toda esta situación hay una cosa que se desea siempre y se obtiene algunas veces: la ternura humana como factor humanizador.
«Cuando se renuncia a la distinción entre lo que es verdadero y lo que es falso, entonces el espíritu enferma» (Guardini). Estamos viviendo en una dinámica en la que pensábamos poder vivir la libertad sin verdad o la verdad sin libertad, lo que nos conduce a una erosión antropológica. Estos días tenemos tiempo para soñar y estoy seguro de que soñamos que esta situación termine cuanto antes, que es posible un nuevo estilo de vida, y que hemos de dejar que Dios entre en nuestras vidas, porque, como nos dice la enseñanza de la Iglesia, organizar la sociedad al margen de Dios es organizarla contra el hombre. En el nuevo escenario en que estamos llamados a actuar hemos de ponernos, todos, manos a la obra para lograr un bien común que, según la Doctrina Social de la Iglesia, comporta libertades, relaciones y necesidades mirando a la dignidad de la persona humana. De manera especial hemos de sentirnos sociedad asociada en una normalidad que será diferente. Habiendo comprobado el caudal de la creatividad subjetiva humana en estos días, todo ello debe ser canalizado en una convivencia en la que nadie debe sentirse eximido de ofrecer la colaboración pertinente. Un bien común en el que hemos de trabajar, ha de beneficiar al común. Es cuestión de todos los que formamos la sociedad.
Me gustaría decir que hemos navegado por mares de incertidumbre, pero la realidad es que seguimos navegando en el mar de esta pandemia sin intuir con definición precisa los cambios que se van a producir religiosa, económica, cultural, política y socialmente en nuestra convivencia. He leído reflexiones que consideran que volveremos a lo mismo una vez que esto pase. Pero intuyo que será otro estilo de vida en el que configuremos nuestros hábitos y costumbres. ¿Por qué no pensar en una sociedad con personas relacionadas sólidamente, capaces de mirar sobre todo el lado positivo con una visión clara de fraternidad y solidaridad que nos ayudará a otear nuevos horizontes? Hemos de construir una convivencia en la que sea necesario tomar decisiones conjugando la autonomía y la corresponsabilidad con el ánimo de ser felices, sabiendo que «la vida feliz es el gozo de la verdad», según san Agustín.
En estos días tal vez nos hemos dado cuenta de que hemos arrancado las raíces de nuestro origen, «comiendo el pan de la memoria». La Iglesia, ni en los momentos más difíciles se ha retirado de la sociedad, ni lo está haciendo ahora ni lo hará en el futuro. El único camino que tiene que recorrer es el hombre. Y su misión es seguir afirmando que Dios se ha hecho hombre para salvar al hombre. Está llamada a ser actora en el desarrollo de la política global con dos principios: ·Amarás al Señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo», y la dignidad del hombre se asienta en que es hijo de Dios en Cristo y por Él. Colabora con la sociedad en la solución de los grandes problemas comunes a todos, sin perder su condición profética ante la desproporción entre el poder tecnológico-económico y el crecimiento-responsabilidad moral, afirmando la vida eterna y denunciando el silencio del pensamiento actual sobre las angustias y dramas psicológicos que acosan especialmente a nuestro Occidente.
Le preocupa la pérdida del sentido de la trascendencia que lleva a olvidar o negar a Dios, la negación de la diferencia entre el bien y el mal, y la ofensa a la condición humana que suponen las diferencias abismales entre los países ricos y los pobres. No es ajena al compromiso ante el reto de la progresiva secularización, de la preservación del orden natural de las cosas y de la construcción de la paz, asumiendo con humildad una actitud misionera y evangelizadora. Todo ello desde la conciencia clara de que la comunidad política y la Iglesia son entre sí independientes y autónomas en su propio campo, aunque están al servicio de la vocación personal y social de los mismos hombres a través de una sana cooperación entre ambas (cf GS 76), pudiendo la Iglesia siempre y en todo lugar predicar la fe con verdadera libertad y emitir un juicio moral también sobre las cosas que afectan al orden político, cuando lo exigen los derechos fundamentales de las personas o la salvación de las almas. La preocupación no es otra que colaborar a un renacimiento generalizado. En estos momentos bien está recordar lo que dice el proverbio: «No llega antes el que va más de prisa, sino el que sabe a dónde va».
+Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela

domingo, 26 de abril de 2020

III DOMINGO DE PASCUA. EMAÚS

III DOMINGO DE PASCUA - A 26 de ABRIL 2020 



Buenos días a todos. Hoy es el tercer domingo de Pascua. 

Es posible que muchos de nosotros estemos preocupados por los acontecimientos que nos está tocando vivir. Esta mañana el Señor se acerca a nosotros. Como en Emaús, Jesús se hace el encontradizo, sale a nuestro encuentro para que descubramos su presencia en nuestras vidas y nos anima a seguir adelante. 

En estos días que vivimos la Resurrección de Jesús, si aparece en nosotros el desánimo como en los de Emaús, pidamos al Señor que no nos deje de su mano, que nos deje verlo en la Eucaristía, en la Palabra y en los hermanos. 

Tenemos que aprender a verle, sentirle cerca. ¡No le dejemos pasar de largo! 

--------------------

No podemos celebrar juntos la Eucaristía, pero sí podemos proclamar, leer o escuchar la Palabra de Dios. En este tiempo de confinamiento Dios no ha dejado de dirigirse a nosotros. Su Palabra sigue viva y presente en medio de la realidad que vivimos. Es una suerte que cada día tengamos a nuestro alcance su Palabra y podamos hacer con ella nuestra oración, especialmente cada domingo. 

PALABRA DE DIOS 

PRIMERA LECTURA: En la primera lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro nos habla de la Misión de Jesús, de su Muerte y Resurrección y a nosotros también nos llega esa esperanza y alegría de la Resurrección 

Lectura de los Hechos de los Apóstoles

El día de Pentecostés, se presentó Pedro con los once, levantó la voz y dirigió la palabra: Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice: Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia. 

PALABRA DE DIOS
SALMO: El salmo 15 expresa una aceptación apasionada y sin límites de lo que significa Dios para nosotros, un canto de esperanza y de confianza amorosa a Dios, Padre de todos.

SEÑOR ME ENSEÑARAS EL SENDERO DE LA VIDA.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;

yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,

mi suerte está en tu mano.

SEÑOR ME ENSEÑARAS EL SENDERO DE LA VIDA.

Bendeciré al Señor que me aconseja;

hasta de noche me instruye internamente.

Tengo siempre presente al Señor,

con él a mi derecha no vacilaré.

SEÑOR ME ENSEÑARAS EL SENDERO DE LA VIDA.
Por eso se me alegra el corazón,

se gozan mis entrañas,

y mi carne descansa serena:

porque no me entregarás a la muerte

ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

SEÑOR ME ENSEÑARAS EL SENDERO DE LA VIDA.
Me enseñarás el sendero de la vida,

me saciarás de gozo en tu presencia,

de alegría perpetua a tu derecha.

SEÑOR ME ENSEÑARAS EL SENDERO DE LA VIDA.



SEGUNDA LECTURA: La segunda lectura, de la Carta del Apóstol Pedro, es una verdadera encíclica en la que recomienda la forma de entender el seguimiento a Cristo, cerca de lo espiritual más que de lo formal o ritual.

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro

Queridos hermanos: Si llamáis Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomad en serio vuestro proceder en esta vida. Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien. Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza. 

PALABRA DE DIOS

EVANGELIO: La extraordinaria belleza del Evangelio de hoy, narra el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús. Ojalá nosotros sepamos reconocer el rostro de Jesús al partir el Pan, en el rostro sufriente de muchos hermanos.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. El les dijo: ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días? El les preguntó: ¿Qué? Ellos le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron. Entonces Jesús les dijo: ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo: Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. 
Ellos comentaron: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. 

 PALABRA DEL SEÑOR 



Breve reflexión 

Siempre me ha llamado la atención la facilidad que tenemos de dar un giro de 180 grados, para expresar en un espacio muy corto de tiempo lo contrario de lo dicho anteriormente. O como los aplausos iniciales se pueden convertir en una bronca monumental en un abrir y cerrar de ojos, como podemos pasar de la alegría a la monotonía, como lo que es nuestra esperanza se convierte en un segundo en decepción y sensación de fracaso. La condena, la pasión y la muerte de Jesús en la cruz, devuelve a los discípulos a la realidad más dura y a desandar el camino para comenzar de nuevo. Es el resultado que deja la muerte tras de sí: no hay lugar para la esperanza. Y los discípulos vuelven a sus casas, a su vida de siempre, a sus discusiones,… 

Era el primer día de la semana. El primer día que hace referencia al principio de un tiempo nuevo, a nuevas oportunidades o, por el contrario, al comienzo de un tiempo oscuro y falto de esperanza. Es nuestra vida misma que cada día tiene la oportunidad en el camino de encontrarse con Jesús y recorrer con El un espacio y un tiempo en el que exponer nuestras preocupaciones y desvelos, en el que escuchar, en el que comprender y, especialmente, en el que compartir el Pan. 

Tiene mucha fuerza el verbo “le reconocieron” al partir el pan. Es la gran noticia de hoy. Pero nosotros hemos quedado en la muerte. Incluso me atrevo a decir que hemos “tirado la toalla” y hemos decidido que es la muerte la que domina nuestra existencia. Y nuestras discusiones no permiten ninguna otra palabra (Palabra) que la nuestra. Todo gira en torno de nosotros mismos y, aunque el mismo Jesús del evangelio se hace el encontradizo con cada uno de nosotros en el Eucaristía, en la Palabra, en los sacramentos, en los hermanos y en la vida cotidiana, no le reconocemos. No se llena nuestra vida de la alegría de la Resurrección, de la alegría que supone encontrarnos con el Resucitado. Somos más de entierros y esquelas que de manifestaciones y expresiones de esperanza, más de llevar luto que de celebrar la alegría de la Pascua, más de noticias escabrosas y funestas que de abrir nuestro corazón a la gran noticia: “pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte”. 

Reconocer es identificar, es la certeza de volvernos a encontrar con el Jesús de los caminos, de las curaciones, de la misericordia, de la predicación del Reino. Reconocer es el mensaje del evangelio que tiene como centro a Cristo, cumplimiento de las promesas de Dios y esperanza de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. 

Que el Señor nos ayude a abrir nuestros ojos, a vivir en la esperanza, a confiar y a celebrar con gozo nuestra fe pascual. 

Un canto para la oración:


ORACIÓN DE LOS FIELES

La Resurrección de Cristo irrumpe en nuestra vida como les ocurrió a los de Emaús en su camino. Es el momento de abrir nuestros ojos y pedir al Padre que nos haga ver a Cristo en cada momento de nuestra vida cotidiana. Respondemos: PADRE, QUE SEPAMOS RECONOCER A TU HIJO.

1.- Por todos los pastores de la Iglesia, en especial por el Papa Francisco, para que sus palabras nos descubran la mano de Dios actuando en nosotros. OREMOS.

2.- Por los dirigentes de las naciones y los pueblos para que colaboren entre ellos y lleguemos a una solución satisfactoria de los problemas sanitarios y económicos que tenemos. OREMOS.

3.- Por todos los enfermos, en especial los que padecen el COVID 19 y sus cuidadores para que consigan superar la enfermedad. OREMOS.

4.- Por los investigadores y científicos que se esfuerzan por conseguir una cura a la pandemia que sufrimos la humanidad, para que logren pronto los resultados que buscan. OREMOS.

5.- Por los que viven tristes y decepcionados, para que el Señor les ilumine y puedan volver al camino de la esperanza, al camino de Dios. OREMOS.

6.- Por todos nosotros que reconocemos a Cristo en el Pan de Vida compartido como en Emaús, para que llevemos la Buena Noticia a nuestros ambientes. OREMOS.

7.- Por todos nuestros difuntos especialmente para que el Padre Misericordioso les conceda la vida terna. OREMOS.

Padre, que nos muestras a Cristo en el Altar, haz que perseverando en la Eucaristía lleguemos un día a reconocer la profundidad del Amor que nos tienes. Te lo pedimos por Jesucristo Resucitado, nuestro Señor. Amén.

PADRE NUESTRO

¡Señor Jesús, caminas junto a mi y muchas veces no me doy cuenta como les pasó a los dos de Emaús! ¡Sabes, Señor, que mi camino no siempre es fácil pero en la incerteza Tu me invitas a acudir a Tu llamada! ... ¡Señor, sé que estás vivo, que has resucitado! ¡Camina conmigo, Señor, hazte visible en mi vida!


ORACIÓN A MARÍA EN PASCUA

Reina del cielo, alégrate, aleluya.
Porque el Señor, a quien has llevado en tu vientre, aleluya.

Ha resucitado según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

Goza y alégrate Virgen María, aleluya.
Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.

Oremos:
Oh Dios, que por la resurrección de Tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a los gozos eternos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen.

sábado, 25 de abril de 2020

Unha apertura progresiva e responsable. Os nen@s comezan a desescalada do confimento.

E penso para min mesmo, que mundo tan maravilloso! 
Sí, penso para min mesmo, que mundo tan maravilloso!
(What a Wonderful World)

Mañán os nen@s, responsables e solidari@s como os que máis neste momento de confinamento e crise polo coronavirus, son os que abren esa "desescalada" que tod@s tanto desexamos. Son os que teñen claro o que queren, maniféstano sen discusións e son os que en gran medida enchen de alegría a vida dos maiores. Seguro que deles podemos aprender para retomar a nosa vida e para saír coa alegría de quen semella facelo por primeira vez, deixándose sorprender e admirándose de todo o que acontece. Fagámolo con responsabilidade e sigamos comprometidos na loita contra o coronavirus.
A alegría de pais e avós de ver aos seus fill@s e net@s libres e alegres, é a alegría que Deus ten con cada un de nós, cando sendo libres e responsables damos testemuño do amor e da misericordia de Deus; cando cun corazón semellante ao dun nen@ temos a capacidade de admirar a beleza do mundo, de coidalo e de coidarnos os uns aos outros.



Vídeo de Playing For Change, quen se alegra de presentar este vídeo da canción "What A Wonderful World" co avó Elliott con coros infantís de todo o mundo. Nestes tempos difíciles, os nenos e a música tráennos a esperanza dun futuro mellor. Hoxe celebramos a vida e cambiamos o mundo un corazón e unha canción á vez!

Se non te sintes afortunado e alegre pode que sexa polo que sigue:

"O gran risco do mundo actual, coa súa múltiple e abafadora oferta de consumo, é unha tristeza individualista que brota do corazón cómodo e avaro, da procura enfermiza de praceres superficiais, da conciencia illada. Cando a vida interior se clausura nos propios intereses, xa non hai espazo para os demais, xa non entran os pobres, xa non se escoita a voz de Deus, xa non se goza a doce alegría do seu amor, xa non palpita o entusiasmo por facer o ben. Os crentes tamén corren ese risco, certo e permanente. Moitos caen nel e convértense en seres resentidos, queixosos, sen vida. Esa non é a opción dunha vida digna e plena, ese non é o desexo de Deus para nós, esa non é a vida no Espírito que brota do corazón de Cristo resucitado.

Convido a cada cristián, en calquera lugar e situación en que se atope, a renovar agora mesmo o seu encontro persoal con Xesucristo ou, polo menos, a tomar a decisión de deixarse atopar por El, de tentalo cada día sen descanso. Non hai razón para que alguén pense que esta invitación non é para el, porque «ninguén queda excluído da alegría reportada polo Señor»" (Evangelii Gaudium, Papa Francisco)

viernes, 24 de abril de 2020

Temos presente na oración de hoxe a Tomás Muiños Casais e á súa familia





“Velaquí a tenda de Deus onda os homes. Acampará entre eles: eles serán o seu pobo e
El será o seu Deus e compañeiro. Enxugará tódalas bágoas dos seus ollos, e a morte xa non
existirá máis. Nin haberá máis loito nin pranto nin dor, porque as primeiras cousas pasaron xa”. (Ap 21, 4)

martes, 21 de abril de 2020

A miña experiencia médica coa Covid-19


Cristina Ordóñez Betanzos
Médico de Familia en  Torrelaguna


Levo quince anos traballando como médico de atención primaria na Comunidade de Madrid. Dedícome ás urxencias  extrahospitalarias no Centro de Saúde de Torrelaguna, situado a cincuenta quilómetros ao norte da capital. É un traballo moi gratificante. O trato próximo cos pacientes e a súa contorna rural dan un enfoque completamente distinto á típica visión  hospitalocentrista da medicina.

Esta mesma proximidade converteuse nunha arma de dobre fío a mediados do pasado mes de febreiro, cando a pandemia do  Covid-19 empezou a estenderse polo noso país, con especial virulencia na nosa comunidade autónoma de adopción.

Foto de www.lavozdegalicia.com


Por aquel entón advertíannos da chegada dun novo virus, da familia Coronaviridae, procedente de China. Debo confesar que, malia varias notificacións previas e algunhas reunións para tratar o tema, non nolo tomamos, en xeral, moi en serio. Todos os médicos estudamos na facultade esa familia de virus. En principio, non nos parecía, xa que logo, nada novo. De feito, levamos varios anos recibindo reiteradamente alertas sanitarias sobre cepas novas de virus respiratorios procedentes do continente asiático que, afortunadamente, non causaron graves danos na nosa poboación. Todos pensamos que esta era unha máis.

E así, durante todo o mes de febreiro —lembremos que o estado de alarma non se decretou ata o 14 de marzo— atendemos nas nosas consultas infinidade de cadros respiratorios leves sen ningún tipo de protección, ignorando que moitos deles xa debían ser Covid-19. Naquel momento comezaron os contaxios no persoal de atención primaria, algúns dos cales, por desgraza, tiveron —e están a ter— un desenlace fatal.



A mediados de marzo a situación derivou no caos coñecido por todos, alcanzando unha situación especialmente crítica: as urxencias hospitalarias comezaron a colapsarse, as plantas de ingreso hospitalario tiveron que ser destinadas practicamente a esta nova patoloxía que cada día nos sorprendía pola súa agresividade, o seu curso rápido e fulminante en anciáns e o seu impacto inesperadamente grave en persoas novas. As UCIs empezaron a alertar sobre o seu nivel de saturación. Paralizáronse consultas ordinarias, cirurxías e todo aquilo que non fose unha emerxencia ía ter que esperar para máis adiante. A situación, como é ben sabido, converteuse en realmente alarmante.

O noso sistema de atención primaria tivo tamén que reorganizarse consonte a dous alicerces básicos. Por unha banda, o Hospital de campaña de IFEMA, dotado con persoal de atención primaria e  SUMMA. E polo outro, a atención urxente nos distintos centros de saúde de toda a Comunidade, a fin de exercer de dique de contención para identificar todos os posibles casos sospeitosos, realizar un seguimento exhaustivo e rigoroso deles e os seus contactos, coa finalidade de evitar que o imprevisto tsunami asolagase completamente o noso sistema hospitalario.

Este segundo alicerce supuxo unha absoluta reorganización de todo o noso traballo, de modo que diminuíron drasticamente as consultas urxentes non respiratorias e o seguimento de pacientes con patoloxía crónica. Dedicámonos case por completo ao novo virus, cunha vantaxe moi evidente que tamén é un claro inconveniente.

No Centro de Saúde de Torrelaguna temos a sorte de coñecer aos nosos pacientes desde hai moito tempo. Non son un nome ou un número. Nós estamos nas súas vidas desde hai anos e eles tamén nas nosas. É fácil ver por que esta vantaxe entraña tamén unha dificultade. E é que atender impotentes a persoas familiares para todos os sanitarios do noso Centro de Saúde implica unha sobrecarga emocional engadida ao drama da enfermidade en si, aínda que tamén —hai que recoñecelo— proporciónanos estratexias de implicación profesional para abordar esta pandemia de forma aínda máis apropiada a nivel comunitario.

A cuestión é que desde mediados do mes de marzo comezou un labor frenético a nivel sanitario. Todos estivemos abafados e excedidos polos acontecementos, pero debo dicir que, inmediatamente, sen que ninguén tivese que dicírnolo, soubemos que era o momento de dalo todo, de traballar arreo, o dobre ou o triplo, de día ou de noite, sen preocuparse por cuestións económicas nin recompensas nin incentivos de ningún tipo. Como tantos outros sectores da nosa sociedade, respondemos todos a un tempo, sacrificando o noso lecer, ás nosas familias e a nosa saúde. Eran os nosos pacientes os que estaban a demandar axuda e sentimos que nos necesitaban máis ca nunca. Era, pois, o momento de demostrar a verdadeira vocación pola medicina e o sentido máis fondo da nosa profesión: tentar curar, aliviar e sempre acompañar.




Non somos heroes. Somos profesionais que facemos o noso traballo, só que, agora, dunha maneira moito máis visible que noutras ocasións. É sinxelo: se un ve que alguén está afogando e ninguén máis pode axudalo, un tírase ao mar sen pensalo, aínda que non dispoña do salvavidas pertinente. Así estivemos moitos sanitarios: sen “epis” e sen máscaras adecuadas. O drama consistía en que estaban afogando miles de persoas á vez e non todas tiñan cabida nos botes salvavidas. Este é o punto máis doloroso, o que vai tardar máis tempo en cicatrizar, se é que algún día o fai de vez.

As mostras de agradecemento foron o noso sustento durante moitos días, as grandes manifestacións de agarimo, pero tamén os pequenos xestos. Sabemos que os afectos son moi volubles e que podemos pasar de heroes a canallas en cuestión de horas. Non están moi afastados os tempos nos que os médicos sufriamos agresións nos nosos postos de traballo. Con todo, hai que recoñecer que foi realmente conmovedor ver a todo un país envorcado co labor dos seus sanitarios. 
Iso tamén quedará gravado
 na nosa memoria para sempre.


Pasamos moito medo, sobre todo ao principio, cando os primeiros compañeiros comezaron a contaxiarse, algúns de extrema gravidade e con desenlace fatal. Foi duro ir traballar pensando: será hoxe o día en que me contaxie? Que vai pasar coa miña familia? Que sucederá cos meus compañeiros se non podo seguir traballando?



Malia todo, a forza do costume é tremendamente poderosa e a capacidade de adaptación do ser humano é asombrosa. Iso permitiunos seguir adiante neste novo escenario sen que o medo nos paralizase, pois este é o seu peor efecto: a atrofia instantánea ou a incapacidade para a reacción inmediata.

Nos últimos días parece que foron diminuíndo os contaxios e a presión sobre os hospitais, debido ás medidas de confinamento ordenadas polo Goberno. Mentres os hospitais poden ir aliviando a súa carga, a atención primaria estase a preparar para o que xa está vindo.

E é que nos vai a tocar realizar un labor fundamental de previsión, de sentinela, pois somos o estamento máis acaído entre os sanitarios para detectar os novos casos na súa primeira manifestación e evitar, así, a súa propagación. Non temos aínda as ferramentas de diagnóstico adecuadas. Poucas veces as tivemos, por iso hai quen di que somos “expertos navegantes no mar da incerteza”. Estamos habituados a traballar con poucos recursos, guiándonos pola clínica, polas nosas mans e por ese sexto sentido que só pode desenvolverse coa experiencia.

Aínda así, espero que as autoridades nos doten de suficientes probas diagnósticas para poder realizar un labor impecable. Pola nosa banda, seguimos controlando, cunha estrita vixilancia, aos pacientes que foron dados de alta e aínda lles agarda un longo período de convalecencia. Tamén aos casos leves, por se aparecen signos de alarma.

En fin, estamos moi involucrados nun acompañamento continuo, porque a soidade é, ás veces, peor que a propia enfermidade e o sentir que o teu médico —a quen coñeces— está ao teu lado sempre, a calquera hora, para aconsellarche ou simplemente escoitarche é, ás veces, a mellor medicina. Un compañeiro dicíame hai uns días: “somos os primeiros en chegar, os últimos en irse e non facemos demasiado ruído”.



Teñan por seguro que todos os sanitarios, pero especialmente os de atención primaria, sempre estaremos aí onde máis se nos necesite. E en momentos críticos coma este aínda máis se couber.

Rezamos coa familia de Ramona González López


Celebrámola Pascua, a Resurrección de Xesús, a alegría e a esperanza da humanidade. Agora entendemos o que Xesús lle di a Marta:

"Díxolle Xesús:
‑Eu son a resurrección e a vida. Quen cre en min, aínda que morra, vivirá; e todo o que vive e cre en min, non morrerá endexamais. ¿Cres ti isto?
Ela respondeu:
‑Si, Señor: eu creo que ti es o Cristo, o Fillo de Deus, que había de vir ó mundo."


Que Ramona viva para sempre a Pascua. Que Xesús a encha de ledicia e de paz, e que a súa familia se apoie na esperanza a que somos chamados e na oración solidaria de toda a parroquia-igrexa.

lunes, 20 de abril de 2020

Hoxe, festa de San Alberto




Despois da celebración de San Alberto 2019, do bo sabor de boca que deixou a pequena peregrinación que fixemos desde a igrexa parroquial, e da fraternidade e alegría que se respirou en toda a xornada, este ano o Covid-19 non nos permite darlle continuidade, pero non nos quita de reservarnos para o ano 2021 e preparar unha gran festa na que poder

FACER A SUBIDA EN PEREGRINACIÓN XUNTOS, SEN DISTANCIAS

FALAR E COMPARTIR AS ALEGRÍAS E ESPERANZAS, SEN MÁSCARAS

PREPARAR UN XANTAR PARA TODOS/AS OS/AS QUE O DESEXEN, E SENTARNOS Á MESA NEN@S, ADULTOS E MAIORES. UNHA GRAN PULPADA-CHURRASCADA

TER UN TEMPO DE FESTA, CON GAITEIROS, XOGOS E DEMAIS

CELEBRAR A MISA NA HONRA DE SAN ALBERTO E AGRADECER A VIDA, A SAÚDE, A FAMILIA, O TRABALLO, E A LIBERDADE SEN CONFINAMENTOS.

A RECAUDACIÓN QUE SE FAGA ESE DÍA DESTINALA DIRECTAMENTE A CÁRITAS E ÁS PERSOAS AFECTADAS ECONÓMICAMENTE POLA CRISE.


 Ánimo e optimismo!
 Feliz día de San Alberto!

























domingo, 19 de abril de 2020

Riveira, Parroquia de Guardia

Desde que se fixo presente o Coronavirus entre nós e nos obrigou a estar confinados, as parroquias da Diocese de Santiago vanse sucedendo no que chaman Parroquia de Guardia. ¿En que consiste?

Para entendelo vamos a ir por pasos:

  1. Cada parroquia non é unha illa, senón que forma parte dun Arciprestado (Riveira pertence ao Arciprestado de Postmarcos de Abaixo), dunha diocese (Diocese de Santiago de Compostela) e da Igrexa en xeral.
  2. Cada crente tampouco é unha illa e cando rezamos e celebramos a Eucaristía en comunidade a nosa oración é a oración de toda a Igrexa. A isto chamámoslle comunión, porque todos formamos parte do Corpo de Cristo, que é a Igrexa.
  3. Hoxe, domingo da Divina Misericordia, a primeira lectura dos Feitos dos Apóstolos dinos o que é unha comunidade auténtica, cara a que tendemos sendo conscientes das nosas limitacións: 



Tíñano todo en común e eran perseverantes tamén na oración. Ser parroquia de guardia é dedicar este día á oración e a ter presente a toda a nosa Diocese de Santiago. A pedir, pedir sí, para que o Señor nos anime, nos dé fortaleza, nos axude a discernir no medio desta crise cal é o papel, a misión, que temos como cristiáns, nos conceda a suficiente sensibilidade para mirar máis aló da propia situación e a inspiración de Espírito Santo nos axude a decubrir os mellores camiños para que todos (sin excepcións nin acepcións) podamos saír desta crise reforzados e en comunión.
Poñer nas mans de Deus con toda a confianza a todas as persoas que se están esforzando na loita contra o Covid-19: sanitarios, coidadores, a todos os que traballan en servicios; ás persoas maiores, aos que viven sós, aos que están enfermos; a todas as familias que teñen a algún familiar afectado e non o poden acompañar; a quen perdeu un ser querido neste momento no que nin o podemos despedir como desexamos. Son as nosas preocupacións, o noso sufrimento, a nosa dor, que nas mans de Deus transfórmanse en esperanza.

Recordemos nesta Festa da Misericordia o poder tranformador da fe pascual. E con San Pablo na Carta aos Romanos teñamos a confianza que "en todas estas cousas vencemos coa axuda daquel que nos amou. Porque estou seguro de que nin a morte nin a vida, nin os anxos nin os principados, nin o presente nin o porvir, nin as potestades, nin a altura nin o abismo, nin calquera outra criatura nos poderá afastar do amor que Deus nos ten en Cristo Xesús, noso Señor".


ORACIÓN


Vivimos, Señor, momentos delicados
nos que periga a vida da xente máis vulnerable
a este virus, especialmente as persoas de idade,
os nosos avós, e tamén outras con afeccións
de corazón ou respiratorias. Somos moi diferentes
e, ás veces, un tanto inconscientes. Falamos de 
solidaridade, de amor, de atención aos máis débiles; 
e agora temos a oportunidade de mostrar que son 
non só palabras senón feitos e expresión que identifica
a profundidade do corazón. 
Este virus provoca unha grande crise: os afectados 
directamente pola enfermidade, as persoas que viven
soas, as pequenas empresas e autónomos, os sanitarios/as
desbordados,... Axúdanos, Xesús, a fixar a nosa mirada 
nas túas actitudes, que son sempre de ofrecer, de aportar,
de entrega e amor sen condicións. Axúdanos a ser hoxe 
a túa voz, as túas mans e a túa mirada para transformar
esta crise nunha oportunidade de ofrecer desa auga viva 
que calma a sede de verdade, que rompe o tapón que se forma
co egoísmo, ca individualidade, ca indiferencia 
ou a búsqueda de culpables 
e non de solidaridade desde unha auténtica igualdade, 
sabéndonos todos fillas e fillos de Deus. No medio 
destes días axúdanos a descubrir a sensibilidade 
do corazón humano e as posibilidades dunha 
humanidade plural pero non dividida, que ten claro
o valor da vida. 
Comprometémonos coa situación que vivimos
e confiamos en Ti, que es auga fresca no medio do
deserto que é a nosa vida. Amén



sábado, 18 de abril de 2020

Domingo da Misericordia


Misioneros Redentoristas de España | domingo II de Pascua

     Imaxino unha fotografía que reflexe a actualidade ou un vídeo que recolla 10 minutos de como vivimos hoxe a situación actual. Rúas case valeiras, que nos din que a xente está confinada nas casas; comercios, cafeterías, salas de reunión pechadas; algunha persoa que sae co can ou ao mercado,... E con todo, esta imaxe non recolle o estado no que nos atopamos: a esperanza ou desesperanza, a confianza ou o temor, a alegría ou a tristura. Tampouco manifesta cal é a nosa actitude: se camiñamos todos nunha mesma dirección ou se cada un segue os seus propios criterios e toma as súas propias decisións, con independecia total dos demais. 




  A primeira lectura tomada de Feitos 2, 42-47 é como unha fotografía dunha comunidade ideal: 


" Eran perseverantes en escoitar a ensinanza dos apóstolos, na comuñón da vida, no rito de partiren o pan, e nas oracións. Apoderouse de todos o respecto, pois os apóstolos facían moitas marabillas e sinais. Todos os crentes vivían unidos e tiñan todo en común: vendían os seus bens e propiedades, e repartíanos entre eles, conforme ás necesidades de cada un. Todos a unha asistían diariamente ó templo, partían o pan nas casas, comendo con alegría e sinxeleza de corazón; louvaban a Deus, e eran ben vistos por todo o pobo. Cada día o Señor aumentaba o número dos salvos e xuntábaos ó grupo."

    Estos días escoitamos falar do despois do Coronavirus, de como esta pandemia mostra as nosas limitacións e, especialmente, o noso individualismo e egoísmo. Oímos dicir que o estado no que vivimos ten que facernos madurar e descubrir que é o realmente importante na vida. Tamén oímos que na crise do 2008 dicíase o mesmo e que en pouco tempo volvemos ao de sempre. O de sempre é ese individualismo, a indiferencia, a cultura do descarte dos máis débiles e vulnerables, a búsqueda de confort por encima de todo, a confrontación estéril, ... 


    A comunidade ideal que expresa a pasaxe dos Feitos dos Apóstolos non é froito do azar. Pódese dicir que detrás hai tada unha crise que levou aos apóstolos a dispersarse e a volver á vida anterior, marcada pola falta de esperanza e a monotonía. Un tempo atrás está a morte de Xesús, quen era a esperanza de Israel. Un tempo atrás está a traición, a negación, o abandono, a condena e a morte, a maior das crises. Pero tamén está a alegría da mensaxe das mulleres cando voltan do sepulcro, que atopan valeiro. E os encontros que se suceden, nos que os discípulos se atopan con Xesús Resucitado. Hai como unha mezcla de sucesos que van a ser os que transformen unha comunidade dispersa e dividida, nunha comunidade unida e viva portadora da mellor e máis importante mensaxe: Cristo Resucitou. 

     Na pasaxe do evanxeo (Xn 20, 19-31) un dos protagonistas é Tomás e ten moita forza no texto a frase "NON ESTABA CON ELES". Non estaba con eles cando estaban reunidos, pechados e con medo, e Xesús se presenta no medio, como punto de referencia e de unidade. Non estaba con eles cando Xesús lles transmite por dúas veces a paz, ou o que é o mesmo, a armonía, a serenidade, a tranquilidade e a confianza. Non estaba con eles cando Xesús mostra o sinal dos cravos nas mans, nos pés e no costado. Non estaba con eles para participar da alegría do encontro co Resucitado.



Tomás é prototipo de moitos de nós na actualidade. Non estaba con eles significa que, despois da morte de Xesús, volveu a vivir a súa vida, sin contar coa comunidade da que formaba parte. E vivir aparte fai que nos perdamos o gran acontecemento e que non o poidamos celebrar. Cando me pecho en min mesmo non podo participar da experiencia da comunidade. Dicimos ás veces que "eu podo ter fe e ser máis crente que ninguén, sen a Igrexa"; e ninguén duda da fe persoal pero, non é nas experiencias persoais, íntimas, pechadas e egoístas onde atopamos a Xesús Resucitado; senón que o atopamos na Palabra compartida, no Pan repartido, no amor e na misericordia que une aos irmans nunha comunidade de vida.

     A Resurrección sigue sendo a nosa gran noticia que vivimos en comunidade; e, á súa vez, é o acontecemento que transforma unha comunidade dispersa nunha auténtica comunidade. A Igrexa é froito da Resurrección, é froito da Pascua. Xesús achégase para dicirnos a todos: a paz convosco. É a Resurrección, é Xesús Resucitado quen de transformar as nosas comunidades moitas veces divididas, dispersas, cansadas,..., nunha nova comunidade ao estilo da que se nos mostra nos Feitos dos Apóstolos, comunidades que escoitan, comparten, atenden, aman,...

     "Meu Señor e meu Deus" é a confesión ou expresión de fe de Tomás, logo de atoparse con Xesús no medio daquela primeira comunidade. Celebramos o Domingo da Misericordia. O Señor móstranos a través do seu costado traspasado o seu corazón e o triunfo do amor e a misericordia, que cada día e, especialmente, os domingos vivimos en comunidade. Con Tomás eu tamén quero rezar: "Meu Señor e meu Deus".

Feliz Domingo



















Cáritas Riveira lanza a campaña #ContaConNós

jueves, 16 de abril de 2020

Rezamos por Josefa Pérez Fernández e acompañamos á súa familia



Deus de misericordia e de amor,
poñemos nas túas mans amorosas á nosa irmá Josefa.
Nesta vida Ti demostrácheslle o teu gran amor;
e agora que xa está libres de toda preocupación,
concédelle a felicidade e a paz eterna.
A súa vida terrea terminou xa;
recíbea agora no paraíso,
onde xa non haberá dores, nin bágoas nin penas,
onde celebraremos a Pascoa para sempre. Amén


PRIMEIRAS COMUNIÓNS E CONFIRMACIÓNS

martes, 14 de abril de 2020

A illa e a rede

A crise do coronavirus deixounos a todo o mundo parados, estáticos. Quizais por iso e porque vivimos un momento excepcional estamos todos pendientes do que pasa e de como evoluciona. A diferencia de outras épocas vivimos un momento no que recibimos información por miles de cauces. Moitas veces informacións contradictorias, e iso sen nomear os bulos informativos que son mentiras elaboradas para crear opinión. Por todo isto, recurrimos a persoas que mostran claridade de ideas á hora de dicir con palabras o que pensamos e non somos capaces de expresar con esa facilidade. Neste caso interésanos moito e agradecemos a colaboración nos medios da parroquia de Pedro Fernández Castelao (natural de Riveira e profesor da Universidade de Comillas). Vive en Madrid, o epicentro desta pandemia en España, o lugar onde máis se leva sufrido e onde máis se sufre. E, por se fora pouco, a súa muller, natural de Palmeira, é médico e está vivindo en primeira persoa toda esta situación. Esta colaboración é de especial interés e, sobre todo, porque Pedro plantexa o despois do virus. 
Alfonso Mera




A illa e a rede
Pedro Fernández Castelao

As ideas dos pensadores do pasado conforman parte da nosa realidade actual.

Cando, no inicio da modernidade, René Descartes (1596-1650) fixo do «cogito, ergo sum» o alicerce absoluto de todo canto podemos coñecer con seguridade, contribuíu a cimentar ata hoxe a primacía do individuo sobre calquera outra realidade do mundo. Foi Immanuel Kant (1724-1804) quen formulou, na Ilustración, o carácter universal dos imperativos prácticos que deben rexer a acción concreta de todo ser humano. A revolución francesa (1789) deulle tradución política ao situar os dereitos individuais do cidadán por riba das eventuais disposicións despóticas dos monarcas absolutos.

Con razón se lle deu en chamar a este movemento secular «xiro antropolóxico». E isto ata o punto de ter convertido nun axioma da nosa civilización occidental a apoteose dun suxeito autónomo, independente e autosuficiente.

Non outra cousa idolatra, no eido económico, o neoliberalismo, cando propugna políticas que deixen liberdade absoluta á lóxica autónoma dos mercados reducindo ao mínimo as interferencias reguladoras dos gobernos estatais.

O soño americano, grazas ao cinema, é, probablemente, a máis gráfica e coñecida das súas concrecións: xurdir da nada para converterse por un mesmo nun home rico e poderoso. Iso si: tendo o que hai que ter, facendo o que haxa que facer, pisando a quen haxa que pisar, sen importar nada nin ninguén. Coma Frank Underwood en House of Cards.

O individuo endeusado aparece, xa que logo, coma froito da súa propia semente, coma obra do seu propio obradoiro. Quen ten éxito na vida é porque fixo o correcto. O que fracasou é porque errou nas súas decisións. Admiremos ao triunfador. Desprecemos ao loser, ao perdedor, porque el mesmo é o culpable da súa penosa situación. Non fixo o suficiente. Non tivo o que había que ter. Foi feble e ineficiente. Con el non cabe a compaixón nin a misericordia, senón a lóxica do máis puro darwinismo social.

Con frecuencia escoitamos falar ao Papa Francisco da cultura do descarte, da economía que mata, da sociedade tecnocrática que produce pobres que logo rexeita por improdutivos, da incompatibilidade entre ser cristián e construir muros, da necesidade de acoller, acompañar e integrar aos inmigrantes, da Igrexa coma hospital de campaña que atende ás persoas feridas pola vida.

Hai aquí unha denuncia profética que nos debe facer reflexionar.

O cristianismo non pensa ao ser humano coma «individuo», senón coma «persoa». E ser persoa é estar constituído por unha rede de relacións que nos fan ser verdadeiramente quen somos. Non somos illas. Somos tecidos. Formamos parte dun corpo social ao que pertencemos, no que somos nados, medramos e maduramos. Temos unha familia á que sentirnos agradecidos. Un pobo ao que sentírmonos unido. E igual que o noso eventual éxito pode estar cimentado nos sacrificios dos nosos pais —que, talvez, se privaron de moito para dárnolo todo a nós— tamén pode ser que o fracaso dos descartados teña moito que ver con déficits familiares —ou con reveses da vida e da sociedade— dos que, de ningún xeito, son completamente culpables.

O cristianismo dinos que, coma bautizados, constituímos o «corpo de Cristo».

Velaquí unha gráfica metáfora social que fai visibles os fíos invisibles que, coma persoas —non coma individuos— nos unen aos nosos seres queridos, ás nosas amizades, á vila na que nos criamos, ao país ao que pertencemos, a toda a humanidade e mesmo á natureza que recoñecemos coma propia. Somos seres en relación. Persoas que nos aledamos en grupo nas festas e que choramos de xeito partillado nos enterros. Que desfrutamos dun anoitecer no paseo de Coroso ou sufrimos co chapapote na praia do Vilar. Non somos illas. Por iso aquí, no tecido das relacións constituíntes, si hai espazo humano para a caridade, para a atención ao necesitado, para os coidados paliativos aos maiores, para a axuda ao drogadicto, para preocuparse polos descartados do mercado laboral e para mirarmos todos xuntos por un medio ambiente máis limpo e vizoso.

A crise da Covid-19 estánolo facendo ver de vez: non somos illas. Se un se infecta, infectámonos todos. Non hai camarotes de primeira cando todo o barco vai a pique. Da igual que sexa na China ou en Italia. Nos USA de Trump ou na Rusia de Putin. É o mesmo que sexas rico ou pases necesidade. O individualismo carece de sentido. Somos fíos trenzados dun mesmo tecido. Turra con forza dun extremo e desgarrarás o tecido enteiro. Prende lume nun cordel e queimaralos todos. Non somos illas, senón membros dun mesmo corpo, tripulantes dun mesmo buque, irmáns dunha mesma familia humana nun único planeta ferido. Ante o virus todos somos igualmente vulnerables, de xeito que, ou nos salvamos todos, coma persoas unidas en sociedades solidarias, ou perecemos de un en un, coma individuos illados e egoístas.

A modernidade e a Ilustración xeraron —¡que dubida cabe!— moitas cousas grandemente positivas. Pero, como todas as épocas, tamén agochan escuras grechas. A amentada exaltación do individuo coma suxeito creador de si mesmo encerra o perigo de traducirse no futuro en movementos sociais e políticos que — coma os totalitarismos do pasado século— xermolen na crise que temos ás portas para configurar un novo ideal de ser humano que, coa inercia da actual «distancia social», aproveite para pechar fronteiras, blindar casas, controlar movementos, desentenderse dos anciáns e dos discapacitados, sementando igualmente o odio ao estranxeiro.

A primeira reacción das nosas sociedades ante a pandemia da Covid-19 está demostrando que desexamos o contrario desa malfadada distopía: entrega heroica de sanitarios, vivencia abnegada do confinamento, dor compartida polos falecidos, solidariedade entre territorios, coidado dos máis vulnerables, renuncia con bo humor ás nosas liberdades, vaga cotiá de agradecemento vespertino, etc.
A pregunta é: ¿canto durará esta primeira reacción de xenerosidade pacífica, leda e resignada que —non o esquezamos— tendo as neveiras cheas, alterna entre o sofá, o balcón e a cama? Ogallá me equivoque, pero témome que, como as cousas se torzan, como a crise económica derivada da pandemia sexa aguda e prolongada, como nos países do G-20 e na UE primen políticas insolidarias, como aumente moito o paro, como os productos básicos empecen a escasear e outras desgrazas polo estilo, témome que os que hoxe aplaudimos nos balcóns aos sanitarios —coma os que daquela recibiron con palmas ao nazareno na entrada de Xerusalén, para logo pediren a súa crucifixión— mañá poidamos virar en aplaudirmos a un Francis Underwood calquera, que poida aparecer reclamando soberanía, prometendo man dura e anunciando unha recuperación económica inmediata.
Na desesperación podemos ser seducidos pola figura dun mesías que teña o que hai que ter, para facer o que haxa que facer, pisando a quen haxa que pisar, sen importar nada nin ninguén. Un individuo, un suxeito, un líder triunfador e engaiolante —un tirano embozado— que nos convenza, en nome do máis sagrado, de que máis vale ser illa rochosa, segura e independente que rede aberta, transparente e solidaria.

Ogallá me equivoque, pero o perigo témolo aí, porque tendo en conta que á crise do 1929 lle seguiu o auxe do fascismo e o nazismo —o comunismo xa triunfara no 1917— está por ver que novo mundo renace das cinzas da fogueira destrutora que acaba de prender. Xa se escoitan voces que louvan á ditadura chinesa por loitar contra a pandemia controlando aos seus cidadáns cunha férrea e omnisciente observación tecnolóxica.

Ata agora en occidente sempre estimamos máis a liberdade ca seguridade. As cousas poden virar, logo desta pandemia. Rusia está ocupando o baleiro internacional deixado pola contracción estadounidense e pola inacción da propia Unión Europea e xa non falta moito para que a tecnoloxía oriental supere á norteamericana. Vense no horizonte nubeiros escuros ateigados de Big Data que din todo sobre nós. Polo menos todo o que se precisa para que gobernos rexos e autoritarios controlen, dominen e sometan en nome da democracia, da seguridade, da autosuficiencia e do necesario illamento aos seus cidadáns, sobre todo aos máis críticos.

O cristianismo e a súa visión do ser humano en relación — tecido en rede e non illado na rede— pode ter no futuro unha importancia radical e un valor absolutamente revolucionario para recordarnos quen somos verdadeiramente e en que sociedade estamos chamados a vivir non só nós, senón tamén os nosos fillos e as vindeiras xeracións.

Se as ideas dos pensadores do pasado conforman parte da nosa realidade actual, tamén podemos ter a esperanza de que as ideas proféticas actuais —coma as do Papa Francisco— poidan corrixir os excesos e desviacións das nosas sociedades futuras. Hai esperanza. Pero debemos estar alerta. Veremos.

Pedro Fernández Castelao