¿Quién podrá creer nuestro anuncio
y a quién se revelará el brazo del Señor?
Creció en Su presencia como un brote,
y como una raíz en tierra árida,
sin figura,
sin belleza y sin aspecto atrayente.
Despreciado y evitado de los hombres,
como un varón de dolores
acostumbrado al sufrimiento,
despreciado y desestimado,
y ante quien se vuelve el rostro.
Pero él soportaba nuestros sufrimientos
y cargaba con nuestros dolores:
Nosotros lo creíamos castigado,
herido por Dios y humillado.
Pero él iba traspasado por nuestras rebeliones
y triturado por nuestros crímenes.
Lo que llevaba encima
era el castigo de nuestra paz.
Sus cicatrices nos han curado.
Todos errábamos como ovejas,
siguiendo cada cual su camino;
y el Señor hizo caer sobre él todos nuestros crímenes.
Maltratado, se humillaba y no abría la boca.
Callaba y enmudecía
como oveja ante el esquilador,
y como cordero llevado al matadero.
Fue quitado de en medio sin defensa,
sin justicia,
y ¿quién ha meditado en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
herido por los pecados de mi pueblo
Aunque no había cometido crímenes,
ni hubo engaño en su boca,
le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento
pero,
al entregar su vida como expiación, tendrá un linaje,
prolongará sus años, y la voluntad del
Señor
prosperará por su mano.
El justo se saciará de conocimiento,
y verá la luz por los trabajos de su alma.
(Isaías 53)
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