JESÚS expiró y se entregó al padre, uno de los
soldados lanzó su lanza a Cristo haciéndole una profunda herida de la cual ya
apenas salía sangre, puesto que su marchitado cuerpo ya no retenía en su
interior fluido alguno después de tanto martirio. Su último aliento no fue de
dolor, más bien de alivio al saber que por fin su cometido se había cumplido. Con un breve susurro se encomendó a Dios diciendo, Padre en tus manos
encomiendo mi espíritu. Se armó un gran revuelo entre la multitud y las
opiniones de lo sucedido fueron dispares, pero muchos de los allí presentes
pudieron ver claramente el corazón de Cristo, su infinito Amor por nosotros.
Lo normal en aquel tiempo era que los que
habían muerto crucificados fuesen llevados a una fosa común, pero José de Arimatea,
uno de los miembros del Sanedrín pidió permiso para recoger su cuerpo y poder
enterrarlo en un sepulcro de su propiedad. Bajaron cuidadosamente a Cristo de
la cruz y se lo entregaron a su madre, María lo acogió desgarrada de dolor en
su regazo y seguidamente se dispusieron a enterrarlo.
Las dudas empezaron a confundir a los
seguidores de Jesús, el miedo se apoderó de ellos y había una gran confusión,
incluso incredulidad de las palabras que el Maestro les había enseñado, se
sentían perdidos y durante unos días permanecieron escondidos, inmóviles
temiendo que su destino fuese el mismo. Pero en el tercer día las mujeres se
acercaron al sepulcro (entre ellas María Magdalena) y lo encontraron vacío. Se
apresuraron a comunicárselo a los demás, no daban crédito de lo sucedido,
primero pensaron que habían robado el cadáver, pero María les recordó que Él
había dicho que al tercer día resucitaría… Entonces, donde estaban, porque no
había vuelto a reunirse con ellos, su FE se había debilitado con todo lo
sucedido por lo que se crearon diferentes disputas. Fue en esos momentos cuando
Cristo hizo varias apariciones, a María Magdalena, sus discípulos….pero estos al
principio no lo reconocieron, luego se apareció a más gente. No lo
reconocieron, pero a partir de ahí el cambio en ellos fue grandioso, no solo
dejaron de tener miedo, de esconderse…sino que se dividieron, salieron a las
calles a anunciar lo que había pasado, y a seguir anunciando sus enseñanzas
para la construcción del reino. Algo muy grande tuvieron que ver y sentir para
cambiar sus actitudes de un modo tan radical, y volver a hacerse tan presente
en ellos las enseñanzas de Jesús.
Siempre me preocupó ese "no lo reconocieron". Un
día leí algo que ya no recuerdo muy bien su texto, era un poema de Teresa de
Calcuta que decía algo así…sácame ya de esta jaula y libérame para que pueda
ser libre para llegar a ti, Padre celestial. Ahí fue cuando entendí la
resurrección, nuestro ser (alma) necesita de una vasija para ser trasportado,
un cuerpo que al tiempo podemos utilizar para actuar y hacer realidad los
deseos de Dios. Al morir, nuestro cuerpo finito se libera el ser que es el que
somos y el que llega al Padre para vivir para siempre en armonía con ÉL. De ahí
que no lo reconocieran. Si nuestro cuerpo no resucita, no somos conscientes del
misterio que supone la resurrección, cómo reconocer a quien nunca hemos visto.
Entonces cual es el significado que tiene la Resurrección
para nosotros. Evidentemente todo lo anterior no tendría sentido sin la
Resurrección, sería una mera enseñanza para ser buenas personas con el único
propósito de tener una mejor vida para todos…pero no es así, la Resurrección es
el día grande por excelencia en toda la Semana Santa. Cristo sufrió y se
entregó por nosotros para enseñarnos el camino. CRISTO nos regaló lo más grande
que podemos tener, vida eterna en plenitud con todos, al lado del DIOS PADRE.
Cómo entiendo yo esto... evidentemente solo
puedo dar el testimonio de lo que yo vivo y siento, que no tiene que ser
compatible con lo que pueda creer o sentir otra persona. Lo mío es cuestión de
Fe, la cual por desgracia no siempre está al mismo nivel satisfactorio. Creo
que Cristo resucitó, y también creo que mis seres amados están ya gozando de
la paz y la compañía de Dios Padre, y no sólo lo creo…lo he vivido y sentido de
ese modo en un duro momento de mi vida. Yo no he visto nunca una luz al final
del túnel, pero sí me he sentido acompañada de un modo que no puedo explicar
con palabras, por alguien o algo que se escapa a la comprensión de todo lo que
podemos sentir, ver y escuchar con nuestra condición humana.
Ese abrazo
penetrante que te colma de amor y paz, que te da una tranquilidad y seguridad
de que nada malo te puede pasar, que alivia tu dolor y disipa tú miedo. Me he
sentido cerca de mis seres amados, en perfecta comunión con ellos. Si me
hubiese muerto en esos días puedo decir que me iba tranquila, en paz y
acompañada. Supongo que Dios tenía aún otros planes para mí, ya lo creo que los
tenía y tengo que seguir viviendo…y como consecuencia también tengo que vivir
con esa incertidumbre, dudas, de no tener la absoluta certeza de si
realmente al final resucitaré a esa vida plena. Tengo fe, confianza, pero no la
certeza continua. Sin duda, tengo que confesar que no la disfruto como Cristo me
enseñó, mi coraza humana no siempre me deja hacerlo, pero seguiré en el
intento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario