III DOMINGO DE PASCUA - A 26 de ABRIL 2020
Buenos días a todos. Hoy es el tercer domingo de Pascua.
Es posible que muchos de nosotros estemos preocupados por los acontecimientos que nos está tocando vivir. Esta mañana el Señor se acerca a nosotros. Como en Emaús, Jesús se hace el encontradizo, sale a nuestro encuentro para que descubramos su presencia en nuestras vidas y nos anima a seguir adelante.
En estos días que vivimos la Resurrección de Jesús, si aparece en nosotros el desánimo como en los de Emaús, pidamos al Señor que no nos deje de su mano, que nos deje verlo en la Eucaristía, en la Palabra y en los hermanos.
Tenemos que aprender a verle, sentirle cerca. ¡No le dejemos pasar de largo!
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No podemos celebrar juntos la Eucaristía, pero sí podemos proclamar, leer o escuchar la Palabra de Dios. En este tiempo de confinamiento Dios no ha dejado de dirigirse a nosotros. Su Palabra sigue viva y presente en medio de la realidad que vivimos. Es una suerte que cada día tengamos a nuestro alcance su Palabra y podamos hacer con ella nuestra oración, especialmente cada domingo.
PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA: En la primera lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro nos habla de la Misión de Jesús, de su Muerte y Resurrección y a nosotros también nos llega esa esperanza y alegría de la Resurrección
Lectura de los Hechos de los Apóstoles
El día de Pentecostés, se presentó Pedro con los once, levantó la voz y dirigió la palabra: Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice: Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia.
PALABRA DE DIOS
SALMO: El salmo 15 expresa una aceptación apasionada y sin límites de lo que significa Dios para nosotros, un canto de esperanza y de confianza amorosa a Dios, Padre de todos.
SEÑOR ME ENSEÑARAS EL SENDERO DE LA VIDA.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
SEÑOR ME ENSEÑARAS EL SENDERO DE LA VIDA.
Bendeciré al Señor que me aconseja;
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
SEÑOR ME ENSEÑARAS EL SENDERO DE LA VIDA.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
SEÑOR ME ENSEÑARAS EL SENDERO DE LA VIDA.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
SEÑOR ME ENSEÑARAS EL SENDERO DE LA VIDA.
SEGUNDA LECTURA: La segunda lectura, de la Carta del Apóstol Pedro, es una verdadera encíclica en la que recomienda la forma de entender el seguimiento a Cristo, cerca de lo espiritual más que de lo formal o ritual.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro
Queridos hermanos: Si llamáis Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomad en serio vuestro proceder en esta vida. Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien. Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza.
PALABRA DE DIOS
EVANGELIO: La extraordinaria belleza del Evangelio de hoy, narra el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús. Ojalá nosotros sepamos reconocer el rostro de Jesús al partir el Pan, en el rostro sufriente de muchos hermanos.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. El les dijo: ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días? El les preguntó: ¿Qué? Ellos le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron. Entonces Jesús les dijo: ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo: Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
PALABRA DEL SEÑOR
Breve reflexión
Siempre me ha llamado la atención la facilidad que tenemos de dar un giro de 180 grados, para expresar en un espacio muy corto de tiempo lo contrario de lo dicho anteriormente. O como los aplausos iniciales se pueden convertir en una bronca monumental en un abrir y cerrar de ojos, como podemos pasar de la alegría a la monotonía, como lo que es nuestra esperanza se convierte en un segundo en decepción y sensación de fracaso. La condena, la pasión y la muerte de Jesús en la cruz, devuelve a los discípulos a la realidad más dura y a desandar el camino para comenzar de nuevo. Es el resultado que deja la muerte tras de sí: no hay lugar para la esperanza. Y los discípulos vuelven a sus casas, a su vida de siempre, a sus discusiones,…
Era el primer día de la semana. El primer día que hace referencia al principio de un tiempo nuevo, a nuevas oportunidades o, por el contrario, al comienzo de un tiempo oscuro y falto de esperanza. Es nuestra vida misma que cada día tiene la oportunidad en el camino de encontrarse con Jesús y recorrer con El un espacio y un tiempo en el que exponer nuestras preocupaciones y desvelos, en el que escuchar, en el que comprender y, especialmente, en el que compartir el Pan.
Tiene mucha fuerza el verbo “le reconocieron” al partir el pan. Es la gran noticia de hoy. Pero nosotros hemos quedado en la muerte. Incluso me atrevo a decir que hemos “tirado la toalla” y hemos decidido que es la muerte la que domina nuestra existencia. Y nuestras discusiones no permiten ninguna otra palabra (Palabra) que la nuestra. Todo gira en torno de nosotros mismos y, aunque el mismo Jesús del evangelio se hace el encontradizo con cada uno de nosotros en el Eucaristía, en la Palabra, en los sacramentos, en los hermanos y en la vida cotidiana, no le reconocemos. No se llena nuestra vida de la alegría de la Resurrección, de la alegría que supone encontrarnos con el Resucitado. Somos más de entierros y esquelas que de manifestaciones y expresiones de esperanza, más de llevar luto que de celebrar la alegría de la Pascua, más de noticias escabrosas y funestas que de abrir nuestro corazón a la gran noticia: “pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte”.
Reconocer es identificar, es la certeza de volvernos a encontrar con el Jesús de los caminos, de las curaciones, de la misericordia, de la predicación del Reino. Reconocer es el mensaje del evangelio que tiene como centro a Cristo, cumplimiento de las promesas de Dios y esperanza de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Que el Señor nos ayude a abrir nuestros ojos, a vivir en la esperanza, a confiar y a celebrar con gozo nuestra fe pascual.
Un canto para la oración:
ORACIÓN DE LOS FIELES
La Resurrección de Cristo irrumpe en nuestra vida como les ocurrió a los de Emaús en su camino. Es el momento de abrir nuestros ojos y pedir al Padre que nos haga ver a Cristo en cada momento de nuestra vida cotidiana. Respondemos: PADRE, QUE SEPAMOS RECONOCER A TU HIJO.
1.- Por todos los pastores de la Iglesia, en especial por el Papa Francisco, para que sus palabras nos descubran la mano de Dios actuando en nosotros. OREMOS.
2.- Por los dirigentes de las naciones y los pueblos para que colaboren entre ellos y lleguemos a una solución satisfactoria de los problemas sanitarios y económicos que tenemos. OREMOS.
3.- Por todos los enfermos, en especial los que padecen el COVID 19 y sus cuidadores para que consigan superar la enfermedad. OREMOS.
4.- Por los investigadores y científicos que se esfuerzan por conseguir una cura a la pandemia que sufrimos la humanidad, para que logren pronto los resultados que buscan. OREMOS.
5.- Por los que viven tristes y decepcionados, para que el Señor les ilumine y puedan volver al camino de la esperanza, al camino de Dios. OREMOS.
6.- Por todos nosotros que reconocemos a Cristo en el Pan de Vida compartido como en Emaús, para que llevemos la Buena Noticia a nuestros ambientes. OREMOS.
7.- Por todos nuestros difuntos especialmente para que el Padre Misericordioso les conceda la vida terna. OREMOS.
Padre, que nos muestras a Cristo en el Altar, haz que perseverando en la Eucaristía lleguemos un día a reconocer la profundidad del Amor que nos tienes. Te lo pedimos por Jesucristo Resucitado, nuestro Señor. Amén.
PADRE NUESTRO
¡Señor Jesús, caminas junto a mi y muchas veces no me doy cuenta como les pasó a los dos de Emaús! ¡Sabes, Señor, que mi camino no siempre es fácil pero en la incerteza Tu me invitas a acudir a Tu llamada! ... ¡Señor, sé que estás vivo, que has resucitado! ¡Camina conmigo, Señor, hazte visible en mi vida!
ORACIÓN A MARÍA EN PASCUA
Porque el Señor, a quien has llevado en tu vientre, aleluya.
Ha resucitado según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
Goza y alégrate Virgen María, aleluya.
Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Oremos:
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen.
Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Oremos:
Oh Dios, que por la resurrección de Tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a los gozos eternos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen.
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