En mi larga vida en activo celebrando
los Santos Oficios y Procesiones de Semana Santa de Ribeira, es la primera vez que no se celebran
de forma presencial y más debido a una pandemia a nivel mundial (COVID 19) como
la que ahora nos afecta.
En este Viernes Santo, después
de la Cena de Pascua; la traición de Judas; la oración de sequedad en la
horrenda noche del espíritu en el huerto de los Olivos; el apresamiento y los interrogatorios ante el Sanedrín, donde
se culmina el rechazo total contra JESÚS en su condena; la negación de Pedro
cuando cantaba el gallo; y los nuevos interrogatorios en casa de Pilato, llegó
finalmente la condena a muerte, como un malhechor, siendo CRUCIFICADO.
Tras las burlas, las bofetadas,
los azotes, la corona de espinas y
luego cargándole con la cruz a cuestas, JESÚS está asfixiado con tanto dolor que
cae por tres veces. Agarraron a un tal
Simón de Cirene que volvía del campo y lo forzaron para que le ayudara a cargar con la Cruz. JESÚS apenas puede lograr llegar a la cima de aquel pequeño monte llamado
“Lugar de la Calavera” o “Gólgota”, jadeante,
exhausto. Enseguida lo tienden en el suelo y comienzan a clavarle en el
madero, introducen los clavos en las manos, con desgarro de nervios y carne.
Luego, es izado hasta quedar erguido sobre el madero vertical que está fijo en
el suelo. A continuación, le clavan los pies. María, su madre, llena de dolor contempla toda la escena.
El SEÑOR está firmemente clavado en la Cruz. “Había esperado en ella muchos
años y aquel día se iba a cumplir su deseo de redimir a los hombres”. Lo que había sido un instrumento infame, deshonroso solo para bandidos
y malhechores, se convertía en árbol de Vida y escalera de Gloria.
Una honda de alegría le llenaba al extender los brazos sobre la Cruz, para que supieran todos que así tendría siempre
los brazos abiertos para todos los pecadores que se acercaran a ÉL.
Vio y eso lo llenó de alegría, como iba a ser amada y adorada la Cruz,
porque ÉL iba a morir en ella. Vio a los
mártires que, por su amor y por defender la verdad, iban a padecer un martirio semejante. Vio el amor de sus amigos, vio sus lágrimas ante la Cruz. Vio el triunfo y la victoria que
alcanzarían los cristianos con el arma de la Cruz. Vio los grandes milagros que
con la señal de la Cruz se iban a hacer a lo largo del mundo. Vio a tantos hombres que con su vida,
iban a ser santos, porque supieron morir como ÉL y vencieron al pecado. Contempló tantas veces como nosotros íbamos a besar un Crucifijo; nuestro recomenzar en tantas ocasiones.
Hoy, 2000 años después, aún nos santiguamos todos los días por la mañana y por
la noche. Y algunos que se dicen ateos también lo hacen al salir de casa o al
empezar un viaje.
El Viernes Santo de 2005 (que no
pude ir a la Parroquia porque tenía que atender a dos enfermos graves en casa) seguí
el Vía Crucis del Coliseo, y para mí fue una emoción poder ver al Santo
padre Juan Pablo II seguirlo también desde su capilla privada teniendo
entre sus manos, con la poca fuerza que tenía en esos momentos, una CRUZ. A los 8 días del Viernes Santo marchaba a la casa del PADRE.
Que este Viernes Santo en
nuestra casa recemos por las familias de los que mueren en estos días y tienen
que enterrarlos en el mismo día sin poder estar toda la familia junta.
QUE JESUCRISTO RESUCITADO
INTERCEDA POR TODOS, AMÉN.
José Manuel Pérez Pijuan
Comisión de Economía e Obras da Parroquia
Como bien dices, 2000 años mas tarde seguimos hablando, pero sobretodo sintiendo en lo más profundo de nuestro ser el calvario que Jesús sufrió por nosotros, seguimos al Cristo que nos amó como nadie, acaso hay ser que pasara por nuestra vida que nos merezca su atención, su amor y sobretodo su vida hasta el punto de hacerlo participe activamente de la nuestra hasta el final de nuestros días...🙏🙏❤
ResponderEliminar